Plasencia como estrategia del Reino de Castilla
El origen de la ciudad de Plasencia, al menos en su devenir histórico seguido hasta el presente bajo ese nombre, se halla en la Reconquista, empresa llevada a cabo por los Reinos cristianos del norte peninsular, en permanente lucha contra Al-Andalus, en su afán de recuperar el antiguo territorio del extinguido Reino Visigodo de Toledo, del cual se sentían herederos.
La Reconquista comenzó en el año 722, en la batalla de Covadonga (Asturias) y fue realizada en diversas fases diferenciadas, en las que el avance cristiano trasladaba la frontera cada vez más al sur de la península, pasando de la Cordillera Cantábrica al río Duero, posteriormente al Sistema Central, río Tajo, Guadiana, Guadalquivir y finalizando con la conquista de Granada por los Reyes Católicos.
En ese avance y desplazamiento del límite fronterizo, surgía la necesidad de afianzar y controlar el territorio recientemente anexionado. Para ello los monarcas cristianos desarrollaron una serie de planes estratégicos para conseguir esos fines y mantener, de forma permanente, esas tierras adquiridas, a la par que organizar la defensa de la nueva frontera.
Así, se puede observar cómo los Reinos de León y de Castilla, en su progreso de expansión territorial, tenían por costumbre asegurar la frontera estableciendo una serie de plazas fuertes, bien ciudades amuralladas, bien fortalezas, torres, atalayas, castillos y otros complejos militares, en ocasiones reutilizados y de construcción anterior, pero todos ellos en emplazamientos considerados de interés estratégico militar, ya fuera por tratarse de poblaciones existentes y con cierta relevancia histórica, o bien al encontrarse en vados de ríos, proximidades de caminos, calzadas, etc. que las dotaba de valor para el esfuerzo militar.
Las consecuencias de esos planes defensivos pueden ser apreciadas actualmente. Por ejemplo, en las proximidades del río Duero, donde aún existen multitud de castillos, ciudades amuralladas y otros tipos de construcciones de marcado carácter militar, que conforman una red defensiva que abarcaría aproximadamente desde la ciudad de Zamora, hasta las proximidades de los límites con Aragón, establecidos en una franja de más o menos anchura, tanto al norte del cauce del río como al sur.
Esa misma política de defensa va siendo repetida en las siguientes etapas, en los territorios ubicados más al sur, especialmente cuando León y Castilla superan el Sistema Central y consiguen llegar al río Tajo. En ese momento, ambos reinos reproducen la estrategia, procediendo al establecimiento de un complejo defensivo en los pasos montañosos hacia la meseta norte, con claro objetivo de impedir que huestes andalusíes pudieran traspasar los límites y alcanzar las tierras sitas a espaldas del citado Sistema.
El comienzo de la reconquista de la zona al sur del Sistema Central, en ocasiones denominada en la época como Trasierra (nombre que aún conserva una comarca del norte extremeño), en cuanto a la actual Extremadura se refiere, puede situarse entre el año 1142 y el 1230, aproximadamente; organizándose la empresa entre los Reinos de León y Castilla en base a una serie de tratados entre ambos, en los cuales delimitaban sus respectivas zonas de conquista frente a Al-Andalus, estableciendo en un primer acuerdo el límite en la Vía de la Plata, correspondiendo a León las tierras situadas al oeste de la misma, mientras que a Castilla el este, aunque en alguna ocasión no fue considerado esa delimitación, como ocurrió con la firma del Tratado de Sahagún (1158), cuando Sancho III de Castilla cede a León la conquista de Montánchez y Mérida.
Con esa base jurídica, León reconquista Coria en el año 1142 y continúa avanzando hacia el sur de la actual provincia de Cáceres, con intención de trasladar la frontera al Tajo. Por su parte, Castilla continúa también en esa dirección buscando las tierras del oriente de la Vía de la Plata, aunque supeditando su progreso al interés de proteger por el oeste a la ciudad de Toledo, que en esta época hacía las veces de capital de los castellanos y que fue conquistada por Alfonso VI.
Sin embargo, aunque leoneses y castellanos avancen hacia el sur por tierras extremeñas, esta región no fue prioritaria para ellos, como puede concluirse del largo periodo temporal empleado para la recuperación de Extremadura por los cristianos.
En el caso castellano, la zona carecía de un interés estratégico de primer orden, pues los monarcas de Castilla priorizaban el avance, repoblación y control de las tierras próximas a la frontera con Al-Andalus en la zona de la Mancha, al estimar que una rápida conquista del territorio entre Toledo y Córdoba permitiría alcanzar esta última con más rapidez, siendo factible lograr el desmoronamiento y derrota definitiva de los andalusíes. Además, la frontera castellana en Extremadura, se supeditaba, como se dijo antes, a la defensa oeste de Toledo, dada la visibilidad y peso histórico de esta ciudad.
En cuanto al Reino de León, este carecía de la capacidad militar precisa para progresar frente al Al-Andalus, pues no disponía de los medios, económicos y humanos, con los que sí contaba Castilla, que ya iba perfilándose como el estado más poderoso de la península. Por ello, en la zona de expansión leonesa resultó más costosa la reconquista, ralentizándose, aunque finalmente lograr ir alcanzando poco a poco sus objetivos.
Otras de las causas que hicieron que la expansión de la frontera extremeña fuera menos atractiva, se debe a la escasa población asentada en el territorio, especialmente en la zona que correspondía conquistar a Castilla, pues no se tiene constancia de la existencia de localidades importantes entre Toledo y la Vía de la Plata, al menos de forma similar a la relevancia que pudiera tener Coria en la parte leonesa.
A pesar de ello, Castilla inicia también su progreso más allá del Sistema Central y una vez superado éste, Alfonso VIII considera necesario desarrollar el antes dicho plan defensivo, en cuyo marco el rey procede a fundar Plasencia en junio de 1186, mediante la desvinculación del territorio a ella circundante del Alfoz de Ávila, a quien pertenecía hasta entonces, concediendo a la naciente ciudad la administración de ese territorio.

De esta manera, Plasencia se funda con la misión de contribuir a la consecución del objetivo del control del terreno, facilitando el asentamiento de población que contribuyera a la defensa del Reino, forjándose como punto fuerte para asegurar la retaguardia de la frontera con limites en el río Tajo, todo ello sin olvidar que podría ser utilizada como punto logístico para futuras campañas al sur del gran río.
Esta función estratégica de Plasencia fue claramente visible para quienes indagaron en la historia local, como Fray Alonso Fernández, quien en su obra Historia y Anales de la ciudad y Obispado de Plasencia escribe: “Llegando, pues, la conquista y expulsión de los moros de la provincia de Extremadura, el Rey Don Alfonso VIII edificó la ciudad de Plasencia, que sirviese de muros para defensa de sus reinos, y con fortaleza de los suyos y de sus castillos, fuerza e industria de sus moradores, defendiese los de Castilla y León de la furia destos bárbaros…”.
La idea inicial del monarca se vio truncada tras producirse la derrota de Alarcos (1195), cuando los almohades inician una serie de operaciones tendentes a efectuar una especie de tenaza sobre Toledo. En el marco de esa campaña, atacan y saquean Plasencia en el año 1196, pero no se establecen en ella, al no considerarla apropiada para sus intereses, pues sólo codiciaban la anexión de Toledo.
Este hecho conlleva que Castilla se percate de la necesidad de fortalecer su frontera occidental. Por ello, se inicia la fortificación de Plasencia, construyendo las murallas y barbacanas, con sólidos muros y dotándola de alrededor de 72 ó 78 cubos, que unidos a la propia ubicación del caserío sobre un meandro del río Jerte, que casi la envolvía, y en una elevación sobre este, hacían de Plasencia una ciudad prácticamente inexpugnable.

Por si no fuera suficiente, también se levantó un castillo o alcázar en la parte alta del caserío (actual zona de la Torre Lucía), cuya obra concluyó en el 1206. Estando dotado de una profunda cava o foso en el lateral colindante con el casco urbano, con un puente levadizo para su acceso, mientras que en su cara externa llegó a contar con tres muros.
La construcción de las defensas militares en la ciudad pudo marcar, junto a otros sucesos, a la estabilización de la frontera en el Tajo, no habiéndose registrado incursiones andalusíes de importancia en fechas posteriores.
Finalmente, la Reconquista continuó, con más fuerza tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), iniciándose otra etapa en la actual Extremadura, pues el objetivo de Castilla y León se estableció en la toma del territorio más allá del Tajo, con intención de llegar y sobrepasar el Guadiana; aumentando la progresión de forma más notoria a partir de 1230, cuando ambos reinos se unifican definitivamente bajo una misma corona, ascendiendo al trono Fernando III “el Santo”, con un claro aumento de las capacidades militares, que favorecieron una expansión más rápida, lográndose en pocos años las conquistas de Córdoba (1236) y Sevilla (1248).
Para entonces Plasencia ya había cumplido sus fines estratégicos fundacionales, aunque por ubicación permaneció, probablemente, como elemento logístico para las campañas, además de jugar un papel importante como repobladora del territorio perteneciente a su concejo.
No obstante, hasta que se produjo la definitiva unión de Castilla y León en 1230, Plasencia también pudo tener relevancia estratégica en los conflictos fronterizos entre ambos reinos. Al fundarse la ciudad, el límite entre León y Castilla se encontraba en la Vía de la Plata, teniendo los leoneses como plaza fuerte a Coria y contando con otros emplazamientos de relevancia militar, tales como fortalezas o poblaciones amuralladas, no muy distantes de la frontera con Castilla, como es el caso del castillo de Palomero o atalaya del Pico Altamira (Casar de Palomero) y Granada, hoy conocida como Granadilla.
Desde estas posesiones León podía desplegar su influencia a las tierras limítrofes, siendo factible que los castellanos percibieran esas circunstancias como una amenaza, pues las relaciones entre los reinos cristianos no siempre eran pacíficas.
Quizás estos extremos fueran advertidos por Alfonso VIII de Castilla, llevándole también a que decidiera a fundar Plasencia y asentarla en el punto en el lugar en que se asienta, de manera que también cumpliera una función estratégica frente al reino leonés, permitiendo un control del paso por la Vía de la Plata y sirviendo de bastión para la defensa de la frontera en ese punto.
Hipótesis que adquiere más fuerza si se considera que en las cercanías de la frontera castellanoleonesa, en el siglo XII, Castilla no contaba más que con una aldea entre Béjar y la naciente Plasencia, siendo aquella denominada Segura (probablemente la actual Segura de Toro).
Esa visión estratégica de Plasencia frente a León se refuerza en los primeros años tras la fundación, pues el rey castellano trató de evitar toda influencia leonesa, pues consideró la posibilidad que esa nueva población fuera encuadrada eclesiásticamente bajo dependencia del Obispo de Coria; para impedirlo entró en negociaciones con la Santa Sede para el establecimiento de una diócesis propia para Plasencia.
En el año 1189 las labores diplomáticas de Alfonso VIII con el Papa dan sus frutos, concediendo Clemente III bula en la que crea el Obispado de Plasencia. Sin embargo, el nuevo obispado nace como sufragáneo de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, ubicado en el Reino de León, al considerarse como inexistente al antiguo arzobispado de Mérida al hallarse bajo dominio musulmán.
La demarcación del obispado placentino también se vio influenciada por la Reconquista, acrecentándose en dirección sureste, extendiéndose, incluso actualmente, hasta Don Benito y Medellín, ya en la actual provincia de Badajoz, formando parte de unos de los tres obispados extremeños, junto al de Coria y Badajoz.
Estas vicisitudes históricas de Plasencia, desde su nacimiento, permitieron que la ciudad se afirmara como punto fuerte de Castilla en esta zona de Extremadura, así como elemento de vertebración del territorio y su paulatina repoblación, sin olvidar el aspecto económico dada su cercanía a la Vía de la Plata, dotándola de importancia estratégica perpetua, aunque la misma parezca dormida en determinados momentos y resurgiendo con fuerza según el devenir de la historia de España.
Autor: R²